Son muchos los que aseguran que el dolor de cabeza o el empacho se disipa con la ayuda de algún conocido que los cura, a veces a distancia. Es una práctica que no tiene fines de lucro, y que solo pide credulidad. ¿Cuál es su poder?
Luciana Cárdenas (foto arriba) es nutricionista recibida en la Universidad de Buenos Aires, Argentina, y también se proclama “curandera”. A los 7 años su abuela le enseñó a curar el mal de ojo y a los 10, el empacho. No se explica por qué una oración tiene el poder de curar, aunque aclara que la ciencia todavía no logró medir la influencia de lo espiritual en la salud.
Esta joven de 27 años del noroeste de Buenos Aires, cuenta que el mal de ojo se manifiesta con un intenso dolor en la cabeza o la vista. Se cree que una persona es “ojeada” por alguien de mirada intensa o envidia; los bebés y las personas de ojos claros son más susceptibles.
Para hacer la curación, Luciana piensa en la persona que va a tratar —que no necesita estar presente— e incluye su nombre completo en una oración o rezo. En sus palabras invoca a Pancho Sierra, también conocido como el "gaucho santo", que es su patrono y de quien siempre lleva una estampita en la cartera.
Jorge es un empresario de 55 años, y admite que le da pudor que se conozcan abiertamente sus dotes de curandero. Por eso prefiere no dar su nombre completo, e incluso relata que si alguien de la oficina le pide que le cure el mal de ojo, cierra la puerta para que no los vean. Al igual que Luciana, cura con una oración que le enseñó una vecina; no tiene un patrono y usa un rezo donde intercala el nombre de la persona afectada y algunas palabras relacionadas con los ojos.
Como la abuela de Luciana y la vecina de Jorge, las personas que vivían en las zonas rurales hace 40 años o más, estaban muy aisladas de los centros urbanos. La medicina popular era lo que estaba a mano en días en que no existían las 4x4. Y, ya fuera por una cuestión de necesidad, o porque realmente creían en ella… se curaban. Por eso, en estas zonas la figura del curandero es muy respetada, y su sabiduría se va pasando de unos a otros para poder aprovechar su poder sanador.
El empacho
Para curar el empacho, Jorge utiliza una corbata o cualquier cinta o soga que tenga a mano. Luciana usa una cinta que le hizo su abuela, que tiene tres veces la medida de su antebrazo y un ojal en un extremo para que la persona afectada pueda meter su dedo.
El método de curación en ambos es el mismo: se apoya el dedo índice sobre la zona afectada, en general en la boca del estómago justo debajo del esternón. Si el dolor es de hígado, el dedo se apoya sobre el lado derecho, entre el hueso de la cadera derecha y las costillas. Si es de intestinos, del lado izquierdo a la misma altura.
El rezo es distinto del que se usa para el mal de ojo, y se hacen tres mediciones apoyando el codo sobre la cinta. Este procedimiento se repite tres días seguidos luego de los cuales el empacho, el dolor de hígado, intestinos o gases debería haberse ido.
Si el mal persiste, se dejan pasar 24 horas y se vuele a hacer la curación tres días más. Y ambas personas consultadas aseguran que si la persona está muy empachada, al hacer la medición la mano termina a la altura de la nariz o las orejas en lugar de llegar al dedo que sostiene la cinta.
Otro método para curar el empacho es el de “tirar del cuerito”. Consiste en propinar un pellizcón en la piel de la zona baja de la espalda. Al estirar la piel se escucha un sonido seco, que indica que ésta se “despegó”.
El curso “Medicina Mexicana no Tradicional” impartido por la Universidad de Nuevo México incluye un capítulo sobre este método. La “sobadora” Albertana Flores Sánchez manipula el cuerpo para aliviar el bloqueo intestinal. el empacho, los gases y el estreñimiento.
Durante la práctica —que esta reportera pudo ver en el curso que realizó online— Albertana pide permiso al paciente para tocarlo, unta sus manos con mantequilla o grasa de cerdo, y comienza a tomar pequeñas porciones de piel desde abajo del ombligo hacia la parte superior de la pelvis, en sentido vertical.
Para aliviar una afección intestinal, estira la piel, la sacude suavemente y toma otra porción hasta recorrer todo el ancho del abdomen. Luego realiza movimientos similares alrededor del ombligo. Si la dolencia es estomacal, la persona se cura manipulando la espalda; toma porciones de piel tirando suavemente hacia arriba. Va recorriendo los músculos ubicados a ambos lados de la columna, desde abajo del cuello hasta la zona lumbar. Si al estirar la piel, ésta hace “plop”, tal como describe le experta, es porque se despega y el cuerpo ya empezó a sanar.
La médica endocrinóloga argentina María Alejandra Rodríguez Zía, explicó en una entrevista a Radio Mitre, de Buenos Aires, que esta técnica tiene su explicación médica. Es un estímulo mecánico que produce la liberación de neurotransmisores de las fibras nerviosas del órgano afectado, que puede ser el estómago, el hígado, los intestinos o el páncreas. Y si hay empacho o dolor de estómago, es mucho más eficaz si esta maniobra se realiza entre las vértebras dorsales 10 y 12.
¿Cualquiera puede curar?
Este conocimiento solo se puede compartir con una persona de menos edad. Pero si fuera mayor, quien enseña le “cede” estos dones, y nunca los puede volver a utilizar. Se traspasa en festividades religiosas cristianas como Nochebuena o Pascua, donde se entrega un papel con una oración. Una vez que quien la recibe la aprende, el papel se quema o se rompe en pedazos, y el aprendiz ya está en condiciones de curar a otros.
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Las dos personas entrevistadas coinciden en la misma expresión “no sé por qué da resultado, pero yo creo”. Luciana asegura que su abuela de 82 años es muy sabia y sabe curar muchas cosas más, por ejemplo el estómago caído, más conocido como hernia hiatal, el dolor de muelas, los parásitos y las recalcaduras, que son los dolores que sobrevienen por una torsión articular.
Todas estas prácticas no se cobran sino que se hacen de favor. “A veces el carnicero me pone un poco de más en la balanza”, bromea Luciana. Pero si la persona trae un regalo importante, sin importar que la hayamos ayudado mucho, corresponde rechazarlo.
La culebrilla
Elsa Rodríguez es una mujer de 70 años que estuvo afectada de culebrilla (shingles, en inglés), y ante el dolor intenso que no cedía, decidió ir a un curandero. La persona que visitó era un hombre amable de mediana edad, tintorero de profesión, que le pidió que fuera a verlo durante tres días. Cada vez le dibujó con tinta china negra la zona afectada, con gruesos trazos con la forma de una araña del tamaño de una nuez. No le cobró nada por sus servicios, y la saludó amablemente deseándole una pronta curación.
El doctor Daniel López Rosetti, especialista en medicina interna, miembro del la Sociedad Argentina del Estrés y del American Institute of Stress de EE.UU. explica que la culebrilla aparece como secuela de una varicela. A veces el virus zoster que causa la enfermedad, no muere sino que se oculta en unos filetes nerviosos ubicados entre las costillas, donde los anticuerpos no logran alcanzarlo.
Allí queda en una especie de vida latente y sale cuando la persona está débil o baja en anticuerpos. Se manifiesta con ampollas, dolor y picazón, a veces incluso con infección y eso es lo que se conoce como culebrilla. Mucha gente supone que no tiene cura y que el único que puede lidiar con ella es un curandero, aunque en la actualidad hay una vacuna para prevenir la enfermedad.
El doctor López Rosetti bromea al indicar que la culebrilla se cura en siete días aplicando tinta china… y si no se la aplica, tarda una semana. Y advierte que es importante consultar al médico en las primeras 24 horas para que prescriba un antiviral. Si no se trata a tiempo puede quedar una sensibilidad de por vida en esa zona y asegura que duele como el primer día.
López Rosetti advierte que los curanderos no curan, pero acepta que la fe y las creencias de un paciente influyen en su psiquis. Esta puede actuar sobre el cuerpo y ayudar mucho, ya que el que cree que se va a curar, tiene mayores probabilidades de sanar.
A diferencia de López Rosetti, hay quien está en total desacuerdo con la práctica de los llamados curanderos por ejercer una práctica ilegal de la medicina. En su libro “Supersticiones y Curanderismo” (1975), el doctor Héctor Brazeiro Diez, médico, miembro de la Sociedad Uruguaya de Historia de la Medicina y de la Sociedad Argentina de Antropología, define al curanderismo como la forma más primitiva y permanente del arte de sanar.
Para este médico, el curandero utiliza una mezcla de empirismo y de magia, con fundamentos seudocientíficos, religiosos y mágicos y una convicción basada en la fe. Esta práctica tiene hondas raíces culturales y reúne elementos y tradiciones de todos los tiempos; es bastante habitual en zonas rurales, y según sostiene Brazeiro Diez, es una práctica pacífica.
Distinto es el caso de lo que él llama “charlatanismo”, de quienes buscan embaucar en lugar de curar.
Esta segunda categoría, la de los charlatanes, abunda en las grandes ciudades, y en general no con las mejores intenciones. Y a diferencia de las personas consultadas, que aseguran que esta ayuda que dan no se debe cobrar, los charlatanes ofrecen soluciones mágicas solo a cambio de su correspondiente desembolso de dinero.
Entre los que cuestionan el poder sanador de los curanderos, el estudio “Curanderismo: desmitificando las creencias y prácticas sanadoras de los primeros méxico-americanos”, explica que estas sanaciones son realizadas por personas con un supuesto don divino. En este trabajo, S. Applewhite, de la Escuela de Graduados de Trabajadores Sociales de la Universidad de Houston, agrega que el hecho de que estas personas “curen” a través de Dios, hace que la comunidad los proteja de los incrédulos y de los que los quieran atacar.
Las comunidades méxico-americanas siempre tuvieron gran cantidad de curanderos, pero su existencia es preservada celosamente y es imposible estimar cuántos son. Por otra parte, es raro que difundan públicamente su poder sanador, por eso es más difícil hallarlos y más aún más estimar cuánta gente los consulta cada año.
Las dos ayudas
El poder de la mente es enorme, y en eso parece coincidir el doctor López Rosetti, que asegura que para una persona enferma, tomar la medicación adecuada es una ayuda. Y si esta persona tiene fe y una creencia especial, ya sea religiosa o la tranquilidad que le confirió la visita a un curandero ¡entonces tiene dos ayudas!
Por eso el especialista aclara que si bien la medicina tradicional no acepta a la alternativa, ve con buenos ojos la complementaria. Esta debe intervenir solo después de haber hecho la consulta con el profesional de la salud que corresponda en cada caso.
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