Aunque se trata de un problema de salud pública mundial, la obesidad es una enfermedad que puede prevenirse adoptando hábitos saludables. Sin embargo, esto se vuelve más difícil cuando el responsable es un factor no modificable, como la genética.
Con el objetivo de encontrar una solución a esta situación, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Taiwán evaluó el efecto de 18 tipos diferentes de ejercicios en más de 18,000 participantes con un elevado riesgo genético de desarrollar obesidad. Tras comparar los datos, los expertos encontraron cuales serían las actividades más efectivas para lograrlo.
La obesidad es una enfermedad que se caracteriza por la acumulación anormal o excesiva de grasa corporal, al punto de que puede elevar el riesgo de diferentes problemas para la salud, como enfermedades cardiovasculares, diabetes o diferentes tipos de cáncer. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se triplicó desde 1975, alcanzando actualmente más de 650 millones de casos a nivel mundial.
Se considera que alguien es obeso cuando su índice de masa corporal (IMC), un indicador de la relación entre el peso y la altura, es igual o superior a 30. El IMC se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos, por el cuadro de su talla en metros (kg/m2).
Consumir alimentos con alto contenido graso y calórico, junto con un estilo de vida sedentario, favorecen el desarrollo de esta condición. Sin embargo, diferentes investigaciones encontraron que la predisposición genética también sería un factor determinante. Algunos expertos llegaron señalar que los genes son responsables en aproximadamente el 30% de los casos de obesidad severa en niños.
Estas hallazgos tienen un doble efecto sobre la población, ya que por un lado ayudan a desestigmatizar la obesidad, aunque por otro fomentan un sentimiento de derrota en quienes la padecen. Por eso, Wan-Yu Lin, director del nuevo estudio, investigó junto a su equipo como combatir esta situación. Sus resultados se publicaron en PLOS Genetics.
Qué ejercicios funcionan
Para el nuevo trabajo, Lin y sus colegas observaron cinco medidas de obesidad: el IMC, el porcentaje de grasa corporal, la circunferencia de la cintura, de la cadera y la relación cintura-cadera. Además, se valieron de datos del Biobanco de Taiwán para diseñar puntajes de riesgo genético para cada una de estas medidas.
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Estos datos también ofrecían información de los ejercicios realizados por los voluntarios. A partir de asociar estos con las medidas y los puntajes asignados, encontraron que las mejores actividades para contrarrestar el riesgo genético eran: las caminatas, el yoga, correr regularmente, escalar montañas, caminar a paso ligero y realizar ciertos tipos de bailes.
También señalaron que otras actividades populares, como ciclismo, ejercicio de estiramiento o fuerza y natación, no tuvieron ningún efecto sobre la predisposición genética a la obesidad. Otras, como el entrenamiento con pesas, bádminton, tenis de mesa, baloncesto y tai chi fueron ineficaces para disminuir esta predisposición.
Sin embargo, el autores explicaron que había datos limitados sobre algunas de estas actividades porque eran menos populares entre los participantes, por lo que no habría que apresurarse a descartarlas.
"Nuestros hallazgos muestran que los efectos genéticos en las medidas de obesidad pueden reducirse en diversos grados al realizar diferentes tipos de ejercicio. Los beneficios de la actividad física regular son más impactantes en los sujetos que están más predispuestos a la obesidad", concluyeron los investigadores.
Con esta nueva evidencia, los autores pretenden mostrar que incluso cuando la predisposición genética es un factor responsable de la obesidad, se puede prevenir con hábito saludables y ejercicio diario.
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