“Morir es como un viaje en tren: lloran los que se despiden en el andén, pero el que viaja está muy contento”. La frase de Víctor Sueiro, un periodista argentino fallecido en 2007, ilustra lo que sienten millones de personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte.
Todos, sin excepción, cuentan que salieron de sus propios cuerpos, que vieron, flotando cerca del techo de la sala de emergencia, cómo los médicos intentaban resucitarlos, y que se hallaron a sí mismos en una especie de túnel con una luz brillante al final.
Más allá de la medicina: el poder de la oración
Sueiro tuvo esa experiencia el 20 de junio de 1990, durante un paro cardíaco que lo mantuvo muerto clínicamente 40 segundos. En su libro “Más allá de la vida” relató ese instante que cambió su vida.
Unos 15 millones de adultos estadounidenses dijeron haber tenido estas vivencias, en un trabajo publicado en 1997. Y se cree, claro, que este número haya aumentado, especialmente con el desarrollo de modernas técnicas de resucitación. En 2010, este polémico tema se reavivó con el estreno de la película “Hereafter”, dirigida por Clint Eastwood, en la que Matt Damon interpreta a un hombre que tiene una especial conexión con la muerte.
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Hay dos posiciones claras sobre las llamadas Experiencias Fuera del Cuerpo (EFC):
- Los que las vivieron y forman una suerte de cofradía de “iluminados” que ya no le temen a la muerte
- Los que intentan buscar una explicación científica.
Pero hay un doctor que se ubica a mitad de camino entre ambas posturas, y que está empeñado en develar si el alma y la conciencia existen más allá del cuerpo. Lo más difícil de estos relatos es comprobar que son ciertos y lo que hizo Sam Parnia es idear una forma para acercarse a una comprobación científica.
¿Cómo lo puede comprobar la ciencia?
Parnia dirige un trabajo en 18 hospitales de Estados Unidos y del Reino Unido, coordinado por la Escuela de Medicina de la Universidad Southampton, en donde se han colgado fotografías de los techos de las salas de emergencia, mirando hacia arriba. ¿Para qué? Para ver si las personas que permanecen clínicamente muertas durante un ataque cardíaco —y que dicen tener una experiencia fuera de sus cuerpos— puedan decir si vieron o no las imágenes.
La mayoría de estas personas aseguran que “abandonaron” sus cuerpos y se vieron a sí mismas en el momento en que eran resucitadas, flotando desde arriba. Por eso, los científicos quieren que cuenten si vieron las fotos, ubicadas en una posición tal que sólo alguien que estuviera cerca del techo podría ver.
Parnia aspira a tener 1.500 casos para analizar, con resultados preliminares en 2011.
Mientras los científicos se devanan los sesos, existe una red mundial de personas que no dudan en que lo que vivieron fue real. El sitio web www.near-death.com recopila narraciones inquietantes no sólo por lo que cuentan sino porque millones de ellas tienen muchos elementos en común: sobrevivientes de distintas edades, colores, razas, nacionalidades y credos relatan haber dejado sus cuerpos, verse a sí mismos desde afuera, transitar por un túnel con una luz brillante al final, recordar momentos de la vida y hasta ver a seres queridos que les decían que “aún no era hora”.
Todos, como Víctor Sueiro, han dicho también que sintieron mucha paz y que abruptamente volvieron a sus cuerpos y abrieron los ojos, en el momento en el que la resucitación tuvo éxito.
La polémica sobre si estos relatos son reales o forman parte de una suerte de alucinación colectiva no es nueva. Durante décadas los que vivieron la experiencia cambian radicalmente su mirada sobre la vida y la muerte: se vuelven menos materialistas, más espirituales y hasta suelen sufrir el rechazo de familiares y amigos que los creen perturbados. Y los científicos buscan la razón química que explique el fenómeno.
“Siempre hay escépticos, pero hay muchos que han vivido la experiencia que saben qué les pasó, y que no les importa lo que digan los demás”, afirma Diane Corcoran, presidenta de la International Association for Near-Death Studies, un grupo sin fines de lucro con sede en Durham, Carolina del Norte. La entidad publica una revista y mantiene grupos de apoyo en 47 estados.
Investigadores dicen, sin embargo, que se puede tratar de alucinaciones producto de la alteración de la actividad eléctrica del cerebro en momentos de estrés extremo. La neurocientífica británica Susan Blackmore publicó hace dos décadas una teoría que indicaba que la responsable de estas visiones era la falta de oxígeno, y que los pilotos de aviones de combate también las experimentaban a altas altitudes y a velocidades extremas.
Las dos miradas están sobre la mesa. En su nuevo libro, “Evidence of the Afterlife”, Jeffrey Long, un oncólogo experto en radioterapia de Louisiana, analiza 613 casos reportados en el sitio web de su fundación —Near Death Research Foundation— y concluye que hay sólo una explicación convincente: “que las personas han sobrevivido a la muerte y han viajado a otra dimensión".
Tal vez la investigación del doctor Parnia pueda agregar su granito de arena a esta incesante búsqueda que involucra preguntas tan fascinantes como si hay conciencia cuando el cerebro deja de funcionar, si el alma se separa del cuerpo y… si hay algo más allá de la muerte.
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