Millones de personas llegan a su edad mayor con unas 10 o 15 libras de más, peso que han ganado luego de tener hijos, desarrollar problemas articulares, volverse menos activas o convertir las comidas en el centro de su vida social.
¿Deberían perder este modesto peso extra para optimizar su salud? Esta pregunta surge ante la aparición de una nueva categoría de fármacos para la diabetes y la pérdida de peso que ofrecen la esperanza de poder deshacerse de las libras de más.
Durante años, los expertos han debatido sobre qué aconsejar a los adultos mayores en esta situación. Por un lado, el aumento de peso se asocia a la acumulación de grasa. Y eso puede tener graves consecuencias para la salud, contribuyendo a enfermedades cardíacas, diabetes, artritis y otras afecciones médicas.
Por otro lado, numerosos estudios sugieren que tener algo de peso de más a veces puede ser protector en las etapas posteriores de la vida. Para las personas que se caen, la grasa puede servir de acolchado, protegiéndolas de las fracturas.
Y para las personas gravemente enfermas de cáncer o insuficiencia renal avanzada, ese acolchado puede ser una fuente de energía que les ayude a tolerar terapias extremas.
Por supuesto, todo depende del peso inicial de cada persona. Las personas ya obesas (con un índice de masa corporal igual o superior a 30) que engordan más corren más riesgo que las que pesan menos. Y un rápido aumento de peso a una edad avanzada siempre es motivo de preocupación.
Comprender las pruebas científicas y la opinión de los expertos sobre los problemas de peso en los adultos mayores no es fácil. Lo que sigue es un resumen de lo que opinan una docena de médicos e investigadores sobre la obesidad en seniors.
Nuestro cuerpo cambia con la edad. A medida que envejecemos, nuestra composición corporal varía. Perdemos masa muscular —un proceso que comienza a los 30 años y se acelera a partir de los 60— y ganamos grasa. Esto es cierto incluso cuando nuestro peso se mantiene constante.
Además, se acumula menos grasa bajo la piel y más en la parte central del cuerpo. Esta grasa abdominal se asocia a inflamación y resistencia a la insulina, y a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes e ictus, entre otras dolencias.
"La distribución de la grasa desempeña un papel fundamental a la hora de determinar hasta qué punto es nocivo el peso añadido en forma de grasa", afirmó Mitchell Lazar, director del Instituto de Diabetes, Obesidad y Metabolismo de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pennsylvania. "Es la grasa visceral [abdominal, alrededor de la cintura], más que la periférica [en caderas y nalgas] la que realmente nos preocupa".
Los niveles de actividad disminuyen con la edad. Además, con la edad, las personas tienden a ser menos activas. Cuando los adultos mayores mantienen los mismos hábitos alimentarios (ingesta de energía) mientras reducen la actividad (gasto de energía), van a ganar peso.
Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), el 27% de las personas de 65 a 74 años son físicamente inactivas fuera del trabajo, porcentaje que aumenta hasta el 35% a partir de los 75 años.
Para los adultos mayores, los CDC recomiendan al menos 150 minutos semanales de actividad moderadamente intensa, como caminar a paso ligero, así como actividades de fortalecimiento muscular, como levantar pesas, al menos dos veces por semana. Según diversas encuestas, sólo entre el 27% y el 44% de los adultos mayores cumplen estas directrices.
Preocupación por la masa muscular. A los expertos les preocupa más la falta de actividad en los adultos mayores con sobrepeso u obesidad leve (un índice de masa corporal por debajo de los 30) que la pérdida de peso. Con una actividad mínima o nula, la masa muscular se deteriora y la fuerza disminuye, lo que "aumenta el riesgo de desarrollar una discapacidad o un deterioro funcional" que puede interferir con la independencia, según John Batsis, investigador de la obesidad y profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
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La pérdida de peso contribuye a una masa muscular inadecuada en la medida en que el músculo se pierde junto con la grasa. Por cada kilo que se pierde, el 25% procede del músculo y el 75% de la grasa, en promedio.
Dado que los adultos mayores tienen menos músculo, "si quieren perder peso, tienen que estar dispuestos al mismo tiempo a aumentar la actividad física", dijo Anne Newman, directora del Centro de Envejecimiento y Salud de la Población de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh.
El peso corporal ideal puede ser mayor. Las investigaciones epidemiológicas sugieren que el índice de masa corporal (IMC) ideal podría ser mayor en los adultos mayores que en los jóvenes. (El IMC es una medida del peso de una persona, en kilogramos o libras, dividido por el cuadrado de su altura, en metros o pies).
Un amplio estudio descubrió que los mayores situados en los extremos del espectro del IMC —los que tenían un IMC bajo (menos de 22) y los que tenían un IMC alto (más de 33)— corrían un mayor riesgo de morir antes que los que tenían un IMC en la franja media (de 22 a 32,9).
Los adultos mayores con menor riesgo de morir antes tenían IMC de 27 a 27,9. Según los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta cifra se sitúa en el rango de "sobrepeso" (25 a 29,9) y por encima del rango de IMC de "peso saludable" (18,5 a 24,9). Además, muchos de los adultos mayores que, según el estudio, presentaban un mayor riesgo de mortalidad —los que tenían un IMC inferior a 22— estarían clasificados como de "peso saludable" según la OMS.
Conclusión del estudio: "El rango de peso saludable de la OMS puede no ser adecuado para los adultos mayores". Por el contrario, tener sobrepeso puede ser beneficioso para los adultos mayores, mientras que estar notablemente delgado puede ser problemático, contribuyendo al potencial de fragilidad.
Recomendaciones de expertos. Los médicos e investigadores especializados en obesidad ofrecieron varias recomendaciones:
— Mantener la forma física y la masa muscular es más importante que perder peso para los adultos mayores con sobrepeso (aquellos con IMC de 25 a 29,9). "¿Perder unos kilos de más va a mejorar drásticamente su salud? No creo que las pruebas lo demuestren", señaló Lavie.
— La pérdida de peso involuntaria se asocia a varias enfermedades graves y es una señal de peligro a la que siempre hay que prestar atención. "Consulte a su médico si está perdiendo peso sin intentarlo", dijo Newman, de la Universidad de Pittsburgh.
— Garantizar la calidad de la dieta es esencial. "Los adultos mayores corren el riesgo de sufrir carencias vitamínicas y otros déficits nutricionales, y si no consumen suficientes proteínas, eso es un problema", indicó Batsis, de la Universidad de Carolina del Norte. "Yo les digo a todos mis pacientes mayores que tomen un multivitamínico", afirmó Dinesh Edem, director del programa de Control Médico del Peso de la Universidad de Arkansas para las Ciencias Médicas.
— Perder peso es más importante para las personas mayores que tienen mucha grasa alrededor de la cintura (forma de manzana) que para los que la tienen más abajo (forma de pera). "En el caso de los pacientes con un perímetro de cintura alto, somos más agresivos a la hora de reducir calorías o aumentar el ejercicio", explicó Dennis Kerrigan, director de control de peso de Henry Ford Health, en Michigan.
— Mantener la estabilidad del peso es un buen objetivo para los mayores sanos con sobrepeso, pero que no padecen obesidad moderada o grave (IMC de 35 o más). Por definición, "sano" significa que las personas no tienen problemas metabólicos graves (colesterol, azúcar en sangre, tensión arterial y triglicéridos demasiado altos), discapacidades relacionadas con la obesidad (son frecuentes los problemas de movilidad) o enfermedades graves relacionadas con la obesidad, como diabetes o cardiopatías. "Ni grandes ganancias ni grandes pérdidas: eso es lo que recomiendo", afirmó Katie Dodd, dietista geriátrica que escribe un blog sobre nutrición.
Esta historia fue producida por KFF Health News, una redacción nacional enfocada en el tratamiento en profundidad de temas de salud, que es uno de los principales programas de KFF, la fuente independiente de investigación de políticas de salud, encuestas y periodismo.
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