El fenómeno de comer la placenta después del parto -que data de hace un par de años y fue impulsado por famosas como Kim Kardashian entre otras- implica varios riesgos para la madre y para el bebé.
La práctica no está regulada ni lo suficientemente estudiada, por lo que no se recomienda, informan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) al presentar el caso de un bebé que enfermó con el estreptococo del grupo B que su madre le habría transmitido, según el Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad recién publicado.
Un bebé en Oregón nació sano y a través de un parto normal vía vaginal y tras 37 semanas de gestación. A los 11 días de haber nacido, en septiembre de 2016, fue internado con dificultad respiratoria y tras los análisis y exámenes, le diagnosticaron una infección por estreptococos del grupo B.
Esta bacteria se encuentra normalmente en nuestro cuerpo y puede causar infecciones y enfermedades severas en los recién nacidos, incluyendo sepsis, neumonía y meningitis. Por lo general, cuando un bebé contrae una infección por estreptococo del grupo B, ésta fue transmitida por la madre durante el parto.
Después de recibir tratamiento completo para la infección, el bebé fue dado de alta, pero nuevamente fue ingresado en otro hospital 5 días después. Luego de la admisión, el médico tratante fue notificado por un médico del hospital donde el pequeño había nacido, que la madre había solicitado la liberación de la placenta en el momento del parto.
En los análisis, el bebé dio nuevamente positivo para la infección por estreptococos B, aunque las infecciones recurrentes son inusuales, y esto era muy llamativo, dijo la Dra. Genevieve Buser, autora principal del informe y uno de los profesionales que lo trataron.
La madre confirmó que se había registrado con la Compañía "A" para encapsular su placenta y luego consumirla. Y 3 días después del nacimiento del bebé, había recibido la placenta deshidratada y encapsulada y comenzó a tomar 2 dosis por 3 veces al día. El médico le indicó a la madre que deje de consumirlas.
La Dra. Buser, quien es especialista en enfermedades infecciosas y pediatría en Portland, Oregón, cree que las píldoras de placenta podrían haber jugado un papel en la infección por estreptococo del grupo B.
"Estábamos preocupados porque la leche materna de la madre había sido examinada y dio negativa para el estreptococo del grupo B. Así que no podíamos entender por qué este niño tendría dos infecciones seguidas", dijo Buser a CNN. "Y cuando descubrimos que la placenta había sido encapsulada, y la madre la había comido, pedimos de probar la placenta seca dentro de las cápsulas y ésta dio positivo para el estreptococo del grupo B" agregó.
Cuando las cápsulas de placenta, junto con muestras de sangre de las dos infecciones por estreptococos del grupo B del bebé, fueron enviadas a los CDC para las pruebas, se halló que las tres muestras eran casi idénticas. Esto llevó a los médicos a creer que las píldoras de placenta fueron probablemente responsables de la infección -aunque no podrían descartar definitivamente que la infección podría haber venido de otro de los miembros de la familia del bebé-.
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Comer la placenta implica muchos riesgos
La ingestión de placenta se ha promovido recientemente a las mujeres tras el parto por sus beneficios físicos y psicológicos, aunque la evidencia científica para apoyar esto es escasa. El tejido placentario se consume crudo o preparado por cocción, desecación, conservación y otras modalidades.
No existen estándares para procesar la placenta para el consumo, pero se requiere de un calentamiento a 130°F (54 °C) durante 121 minutos para reducir los recuentos de las bacterias Salmonella. En este caso, puede que no se haya alcanzado el calentamiento durante un tiempo suficiente y a una temperatura adecuada como para matar las bacterias, indican los CDC.
El proceso de encapsulación de la placenta no erradica los patógenos infecciosos; por lo tanto, la ingestión de cápsulas de placenta debe ser evitada.
No hay evidencia de sus beneficios
Ante el aumento de casos de madres que en los hospitales piden que se les reserve su placenta, en enero 2014, en Oregón se aprobó una ley que ampara el derecho de las mujeres a que, cumpliendo determinados requisitos, puedan llevárselas a casa. Aunque sin esta ley, ya muchos centros hospitalarios la están entregando a pedido de las pacientes.
Pero sus beneficios no están científicamente probados. Un estudio de 2015 halló que la placentofagia, tal como se llama al acto de comer la placenta del bebé después del parto, no ayuda a frenar la depresión posparto, aumentar los niveles de energía o aumentar la producción de leche. Los resultados del análisis fueron publicado por el Archives of Women’s Mental Health tras revisar 10 artículos sobre la ingesta de la placenta.
El doctor James Ducey, ginecólogo de la Staten Island University, en Nueva York, declaró que si una mujer tiene deseos de comer la placenta, puede hacerlo, aunque sus beneficios no difieren de comer un alimento rico en grasas o proteína. Una vez que llega al estómago es procesada como un alimento más, aunque en este caso hay un riesgo adicional ya que puede contener bacterias vaginales.
En EE.UU. se estima que hay más de 30 empresas que ofrecen servicios de preparado de placentas encapsuladas para que se reparta en dosis diarias, incluso hay algunas que las cocinan en diferentes platillos. Una de ellas es “Tree of Life”, con base en Portland (Oregón), que ya lleva siete años de actividad.
Otra compañía especializada, “Brooklyn Placenta Services”, evapora la placenta, la deshidrata, la convierte en polvo y le añade chile jalapeño, limón y jengibre para favorecer la digestión, y brindar energía a las madres.
También hay organizaciones sin fines de lucro que promueven este consumo. Jodi Selander ha fundado en Nevada, “Placenta Benefits”, que ofrece información a las madres sobre los beneficios que proporciona, además asesora sobre la preparación de las cápsulas.
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