Olvídese de las mariposas en el estómago. De sentir nervios de colegial y de morderse las uñas esperando un llamado. Un estudio demuestra que el proceso de enamoramiento es mucho más que esas típicas reacciones y que desencadena una actividad química que involucra a 12 áreas intelectuales del cerebro.
El trabajo lo realizó Stephanie Ortigue, del Departamento de Psicología de la Universidad Syracuse, en Nueva York, quien hace tiempo viene investigando la relación entre sentimientos tan humanos como el amor o la pasión, y su correlato a nivel de actividad cerebral.
Su objetivo es elaborar modelos clínicos que expliquen –y demuestren– que el organismo reacciona de formas específicas a distintos sentimientos. Para ello, analizó miles de estudios sobre técnicas de imágenes, electroencefalogramas, tomografías computadas, entre otras, y revisó la historia clínica de los pacientes, con el fin de identificar zonas del cerebro asociadas con distintos tipos de amor: desde el que siente una madre por su hijo hasta el amor entre personas con discapacidades.
En la conclusión del estudio, publicado en la Journal of Sexual Medicine, Ortigue afirma que además de sustancias como la dopamina y la oxitocina que -se sabe hace tiempo- tienen que ver con el amor, este meta análisis demuestra que diferentes tipos de amor involucran a distintas partes del cerebro. Y que hasta 12 áreas cerebrales reaccionan de especial modo ante este sentimiento, incluidas aquéllas relacionadas con la capacidad intelectual.
“Al enamorarse, un individuo pone en acción una docena de áreas cerebrales. Estas zonas trabajan en forma coordinada y liberan moléculas neurotransmisoras como dopamina y adrenalina, lo que genera distintas respuestas emocionales”, explicó Ortigue.
Estas respuestas emocionales complejas van desde metáforas sobre el ser amado e ideas sobre la imagen corporal hasta la tradicional aceleración cardíaca al ver llegar al ser querido. “El amor es algo tan complejo que trabaja en forma general, sobre el cuerpo y el metabolismo", afirma Ortigue.
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Ante esta evidencia, la experta dice que habría que reconsiderar toda la iconografía que adjudica al romántico corazón el rol central en el proceso del amor... y tal vez reemplazarla por una imagen del cerebro.
Ortigue analizó distintos tipos de amor, como el amor incondicional que suele sentir una madre por su hijo, el cual parece afectar partes del cerebro distintas a las que son impactadas por el amor ocasional, el que existe entre personas con capacidades diferentes o el estable amor de pareja.
En sus resultados, la investigadora explica que el enamoramiento, el sentimiento de amar, desencadena esta catarata de reacciones que suelen ir acompañadas, al menos en los primeros tiempos, de una sensación de increíble euforia. También afirma que aunque el proceso de enamoramiento lleva su tiempo, cuando se encuentra el amor, este mecanismo se desencadena en apenas un segundo.
Y, finaliza, este maravilloso impacto en la actividad cerebral es el que es posible medir con la tecnología moderna.
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