Muchas veces escuchamos decir que somos lo que comemos, pero ¿es verdad que lo que comemos afecta nuestra salud mental? La relación entre nutrición y salud mental si bien aún no fue probada científicamente, es algo de lo que se habla mucho. Hoy en día existen una serie de estudios observacionales que fueron publicados sobre el tema, que aseguran que lo que uno come y lo que uno no come, afecta considerablemente la salud mental.
En los últimos años se han realizado varias investigaciones para intentar descubrir si la dieta y el tipo de alimentación que tenemos puede afectar nuestra salud mental, pero ninguna fue del todo concluyente.
Un estudio publicado en la revista científica Journal of Physiological Anthropology, realizado por investigadores australianos asegura que esa gran incidencia en los índices de salud mental tiene que ver con la transición en la alimentación que se ha dado en nuestros padres y abuelos que comían muchos granos integrales y vegetales y el cambio de la alimentación de las generaciones actuales en base a comidas procesadas y de altas calorías.
El tema no es menor si consideramos que de acuerdo con un cifras de la Asociación de Salud Mental de Canadá, uno de cada cinco canadienses tienen algún problema de salud mental y según datos del Instituto Nacional de Salud Mental se calcula que casi un 20% de los estadounidenses padece o ha padecido en algún momento de su vida un tipo de trastorno mental.
Otros estudios se han enfocado en el análisis de la cantidad de minerales que existen en las frutas y los vegetales, muchos de los cuales aseguran que tienen incidencia en la salud y funciones del cerebro y que las nuevas prácticas agrícolas podrían tener consecuencias en la disminución de esas funciones.
Investigaciones recientes han conectado una dieta saludable con el riesgo de desarrollar una depresión. En esa línea se encuentra una repaso que un grupo de científicos de la University of Newcastle en Australia realizó en el 2014 en el que revisaron unos 21 estudios sobre el tema.
Los expertos llegaron a la conclusión de que un alto consumo de frutas y vegetales, así como también pescados y granos integrales puede ejercer una suerte de protección ante la depresión, ansiedad y la enfermedad bipolar.
En el 2013 un grupo de investigadores publicó en el British Journal of Psychiatry que después de analizar la dieta de unos 90 mil japoneses, hombres y mujeres, pudieron conectar una dieta en base a vegetales, frutas, papas, soja, pescado y algas con un menor riesgo de suicidio.
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En los niños y adolescentes el tema parece darse también. Un repaso de siete estudios realizado el año pasado en Mental and Physical Health and Clinical Treatment Strategic Research Center de la Escuela de Medicina de la Universidad de Deakin en Australia revelaron que un aumento de las comidas densas en nutrientes, incluyendo vegetales, ensaladas, frutas y pescados refleja una menor incidencia de depresión, el estado de ánimo bajo, problemas emocionales y ansiedad.
Se sabe que existen una cantidad de propiedades anti-inflamatorias en los nutrientes que regulan las concentraciones de los químicos cerebrales que interfieren en las emociones y el pensamiento cognitivo. También un estudio publicado en la revista científica JAMA Psychiatry, un grupo de investigación del Centro de Adicciones y Salud Mental en Toronto dijo que la gente que tenía depresión mostraban una inflamación cerebral de un 30% mayor.
La idea de que la dieta afecta la salud mental viene de diferentes estudios científicos al observar la incidencia de ciertos trastornos en poblaciones con diferentes costumbres alimenticias como las comunidades que viven en el Polo Norte y Sur, que se alimentan con pescados y alimentos ricos en ácidos omega.
Uno de los problemas de estos análisis es que la salud mental no se puede determinar sólo por los alimentos que ingerimos y es peligroso extrapolar estudios de poblaciones particulares y personas con un nivel de vida sedentario y arrojar esas conclusiones sobre personas que se la pasan comiendo en la calle y viven con un nivel de estrés importante.
Si estás bien y comes saludable, no es necesario cambiar de dieta, concluyen los investigadores.
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