Además de recibir orientación de familiares y de consejeros en las botánicas, algunos latinos también visitan a doctores herbalistas que recetan productos para tratar sus afecciones.
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Por ejemplo, Teresa Alonso, que ensambla productos electrónicos utilizados en equipos aeroespaciales de 59 años y vive en Northridge, California, usa productos herbales para complementar el efecto de las medicinas de receta que usa para tratar el colesterol alto y la hipertensión. Ella visita periódicamente a Jaime Cuevas Durán, un herbalista que vende su propia marca de suplementos vitamínicos en Los Angeles.
Alonso nos contó que ella primero aprendió acerca de estos remedios herbales de su madre, y que también utilizó mientras criaba a sus 2 hijos. “Sin embargo, investigo por mi propia cuenta en el Internet antes de empezar a tomar un suplemento nuevo y además lo consulto con mi médico. Por ejemplo, yo tomo agua de jamaica (té de hibisco) para bajar el colesterol y té de hierbabuena o menta para calmar los dolores de estómago”, dice ella.
No se conoce la cantidad de latinos que utilizan este tipo de remedios. Hay estadísticas gubernamentales que muestran que solo el 24% utilizan medicinas y terapias alternativas, comparados con el 26% de los afroamericanos, 40% de los asiáticos y el 43% de los anglosajones. En realidad, estos porcentajes podrían ser mucho más altos debido al bajo número de pacientes que platican de esto con los profesionales de salud. Esto puede deberse a que esperan que sea el doctor o la enfermera quien inicie esta plática y porque no creen que los proveedores de salud sepan mucho sobre estos tratamientos. O puede ser que los pacientes no quieran arriesgarse a que el doctor los desanime de seguir usando estas medicinas alternativas.
La industria de las botánicas no tiene una organización formal. En Estados Unidos, las tiendas latinas que venden productos herbales no están agrupadas bajo ninguna organización que las rija, y no pudimos encontrar estadísticas sobre cuántas botánicas existen. Solo un pequeño grupo de científicos y folkloristas han estudiado algunos negocios ubicados en Los Ángeles, Washington D.C. y en los vecindarios de New York.
Uno de esos especialistas, el doctor Michael J. Balick, vicepresidente de ciencias botánicas, director y curador del Instituto de Economía Botánica del Jardín Botánico de New York, realizó una larga investigación en la comunidad inmigrante y latina en New York. “Confirmamos el amplio uso de plantas medicinales entre los latinos, en este caso los dominicanos, incluso después de haber migrado hacia Estados Unidos”, Balick dice.
La transición de la auténtica medicina popular que se basa en plantas tradicionales que crecen en jardines caseros o de manera silvestre, a ventas comerciales como las que ofrecen las botánicas o las yerberías y bodegas puede presentar algunos inconvenientes. Algunos problemas que se pueden presentar incluyen el poder identificar los productos con precisión, garantizar su frescura, evitar la posible contaminación con rastros de metales pesados y pesticidas y las reacciones con medicamentos.
“Hay preocupación en cuanto a la calidad, empezando por el tema de la identificación”, dice Mark Blumenthal, fundador y director ejecutivo del American Botanical Council, una organización sin fines de lucro que se dedica a la investigación y a la educación. Él es también editor de la publicación HerbalGram. “Es difícil saber si los importadores, distribuidores y compradores llevan a cabo algún procedimiento formal de identificación”. Blumenthal también nos explicó como algunas tiendas étnicas (incluidas tiendas herbales chinas e indias) pueden tener una cadena de suministro que a menudo no siguen las mejores prácticas en la selección y la seguridad.
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La ley federal de Salud y educación de suplementos dietéticos (DSHEA por sus siglas en inglés) de 1994, clasificó las hierbas y suplementos vitamínicos como aditivos alimenticios. La agencia de comida y medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) es la entidad con la jurisdicción sobre la seguridad y el etiquetado de los suplementos.
Esta ley le dio instrucciones a la FDA para que crearan “buenas prácticas de manufactura” (GMP por sus siglas en inglés) que fueran claras para ser implementadas en esta industria. Desafortunadamente tuvieron que pasar 13 años antes de que fueran implementadas. La FDA finalmente publicó una lista de “buenas prácticas” en el 2007. En ellas se recomienda la implementación de sistemas de control de calidad, de producción y de procesos, y procedimientos para mantener registros entre muchos otros. Lamentablemente, ninguna de esas recomendaciones son de carácter obligatorio. Esto significa que recae en los dueños de botánicas, al igual que otros agentes de la industria, el tomar la iniciativa voluntaria de mejorar sus controles de calidad y exigirles a sus distribuidores que efectúen pruebas para detectar microbios, pesticidas y posibles adulteraciones.
Ya que hay muy poca, o nula, supervisión efectiva del cumplimiento regulatorio con las GMP por parte de la industria, el consumidor de suplementos dietéticos tiene que ser muy cuidadoso y estar siempre alerta. Si usted compra suplementos fabricados en píldoras, busque los pocos productos evaluados por la Farmacopea de Estados Unidos, que llevan impresas las palabras “USP verified” en su etiqueta. Estos productos han sido evaluados para determinar su identidad, pureza y que no contengan contaminantes peligrosos.
Afortunadamente, algunos dueños de negocios en la comunidad latina están prestando atención. Martín López, socio y gerente de Herbs of México, una cadena de productos herbales con tres sucursales en el sur de California y una tienda virtual, está elevando sus estándares de calidad. “Estamos tratando de validar de forma legítima el uso de estos productos para el cuidado de la salud y el bienestar, y así poder atraer a los clientes que buscan exclusivamente productos orgánicos y libres de parabeno”, dice López.
Además, López insiste que su compañía exige certificados de análisis a sus proveedores, paga por pruebas independientes que verifiquen cualquier presencia de microorganismos (como e-coli y salmonela), esteriliza todos sus productos crudos importados usando vapor de agua, y paga por un seguro de responsabilidad en todos sus productos. En su opinión, para la mayoría de los dueños de botánicas va a ser difícil tratar de implementar muchas de esta estrategias debido a las barreras del idioma y a la falta de entrenamiento formal en administración de empresas.
“Estos mercados no deberían ser encasillados pero tampoco estar exentos de observar los mismos estándares requeridos para otros proveedores de suplementos herbales y dietéticos”, dice la doctora Tierona Low Dog, profesora asociada del Centro de ciencias de la salud de la Universidad de Arizona y directora de becas del Centro de medicina integrativa de Arizona. “Yo pienso que la educación del público es clave y que debe haber un mejor enfoque al comunicarse con los hispanohablantes para que puedan tomar decisiones mejor informadas respecto al uso de hierbas medicinales”, agregó.
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