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James Rodemeyer había escrito en las redes sociales que estaba sufriendo a causa de que los acosadores cuestionaban su sexualidad, e incluso animaba a otros jóvenes a través de internet a luchar contra los agresores, a los que se conoce como “bullies”.

Sin embargo, sus palabras no le sirvieron a él mismo: el joven de Buffalo, Nueva York, se suicidó y dejó una nota de despedida en las redes. Iba a la Williamsville North High School y sus compañeros habían advertido a los consejeros escolares sobre lo que estaba pasando.

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Tanto las autoridades de la escuela, como la madre de Rodemeyer, pensaron que la agresión lo iba a ayudar a ser una persona más fuerte. “Era acosado, pero también tenía buenos amigos que lo apoyaban y era un adolescente feliz”, dijo la madre.

Su muerte, no se dijo cómo se suicidó, coincide con una cumbre nacional que se realiza esta semana en Washington, DC, para tratar el problema en aumento del bullying en todos los niveles escolares.

Según el National Center for Educational Statistics, el 28 por ciento de los estudiantes de entre 12 y 18 años, es decir cerca de 5.7 millones, sufrieron bullying en el año escolar 2008-2009. El acoso escolar es mayor en quinto y sexto grado (39 por ciento) y va bajando hasta 20 por ciento en los últimos años de la secundaria.

El bullying aísla a la víctima, la humilla y degrada. Los síntomas del acoso escolar van desde dolores de cabeza, insomnio y falta de hambre hasta lesiones físicas y depresiones graves. La triste opción del suicidio ha sido para muchos la única salida.

Y uno de los grupos de mayor vulnerabilidad en las escuelas son los adolescentes homosexuales, según la Gay, Lesbian and Straight Education Network.

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