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El actor pasó a la fama como Don Draper, el publicista mujeriego de la serie televisiva Mad Men. Por ese papel acaba de ganar el premio Emmy al mejor actor dramático y para demostrar su buen estado físico, subió al escenario trepándose en lugar de hacerlo por las escaleras como todo el mundo. 

No le gusta ir al gimnasio, pero sí el deporte en forma no competitiva. Practica tenis y béisbol, "porque uno puede estar afuera, moviéndose mucho ¡y con el peligro de recibir una pelota directo a la cara!", según reveló en un video publicado por Men's Health. También es fanático del golf, que aprendió con su abuelo en Missouri, quien también le enseñó a cazar y pescar. 

En una entrevista para Playboy de 2012 declaró un poco en broma “no soy un ser humano pequeño, mido 6’ 2” pies (1,88 m) y peso unas 200 libras (90,7 kilos)”. Jon es soltero sin hijos, aunque estuvo 18 años en pareja con Jennifer Westfeldt, con quien rompió recientemente. 

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Llegar a ser un actor consagrado no le fue fácil, y de hecho, se propuso que si a los 30 no lo lograba, era porque estaba en el sitio equivocado. Y tan pronto como se dijo eso, empezó a trabajar. Su vida cambió radicalmente en 2007 cuando fue elegido entre más de 80 postulantes para protagonizar Mad Men. Los guionistas dudaban porque no lo encontraban “suficientemente sexy para el papel”. Paradojas del destino, a fines de 2007 fue elegido “el hombre vivo más sexy” por Salon.com.

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Hamm dejó de fumar a los 24 años, por eso en el rodaje de la serie no fumaba cigarrillos reales y elige los que no tienen tabaco ni nicotina. Sin embargo, tiene que lidiar con el alcohol, hábito que está tratando de dejar en una clínica de rehabilitación, y que es casi lo único que comparte con su personaje Don Draper. 

En 2013 circularon rumores de que tenía cáncer de garganta. El propio Hamm lo desmintió y explicó que tenía un pólipo en las cuerdas vocales, que le extirparon con un procedimiento de rutina. Por eso en ese momento dijo estar sano “como un caballo”.

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