Hay muchas razones para dejar de fumar, pero tal vez las más difundidas no sean las vinculadas estrictamente a la alimentación. Por eso, debes saber que el tabaco atenta contra tu salud también a través de tu paladar y de tu metabolismo. Y su efecto dañino puede perdurar mucho tiempo después de que hayas logrado decirle “adiós”.
Una de las grandes “trampas” del cigarro es que genera un efecto acelerador del metabolismo. Como la nicotina es “anorexígena”, sentirás que disminuye tu apetito, algo que ayuda a regular el peso. Por eso, cuando las personas dejan de fumar sienten esa sensación de ansiedad que los invita a comer con mayor voracidad.
Pero, como explica la Asociación Americana del Cáncer, es justamente el mismo efecto el que hace que tu cuerpo pierda nutrientes. Estudios recientes hallaron que los niveles de vitamina C disminuyen un 25 por ciento en las personas que fuman menos de veinte cigarrillos por día y hasta un 40 por ciento en los que fuman dos cajetillas.
Esta vitamina es esencial para tu organismo por muchas razones: como antioxidante protege a las células de los radicales libres que intervienen en el proceso de envejecimiento y también fortalece tu sistema inmunitario alejando gripes y resfriados.
Para recuperarla, la ley de la compensación no aplica a los fumadores: aunque ingieras frutas cítricas, tomate y brócoli —fuentes básicas de vitamina C— el consumo muchas veces no logra equilibrar la pérdida ocasionada por el tabaco.
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Por otro lado, el organismo de los fumadores se vuelve pobre en carotenoides, los precursores de la vitamina A, ácido fólico y calcio. Esto causa que el cuerpo esté menos protegido contra una gran gama de enfermedades cardiovasculares. Por supuesto la carencia de calcio, en el caso de las mujeres, es una alfombra roja hacia la osteoporosis.
Si fumas y está en tus planes quedar embarazada, la ausencia de ácido fólico puede afectar el desarrollo fetal y futuro del bebé.
A ver, si esta lista de razones no te resulta suficiente para lanzar la última colilla de tu vida a la basura, puedes apelar a tu hedonismo. El consumo de tabaco afecta las papilas gustativas, lo que impide disfrutar de muchos manjares. Sin embargo, al dejar de fumar, los sentidos se vuelven más sensibles y la persona gozará nuevamente en su boca el sabor del sazón.
Pero la lucha no termina cuando hayas tomado la decisión de eliminar la palabra cigarro de tu vocabulario. Ahí comienza otra batalla porque éste querrá vengarse: su ausencia te provocará una gran ansiedad y fuerte deseos de comer. Para defenderte, hay recursos que ofrece la Liga Americana contra el Tabaco:
- Tener siempre a mano “snacks” bajos en calorías. Al dejar de fumar aumenta el deseo de tener algo en la boca y no es bueno que ese “algo” sea un chocolate. Lleva en tu cartera chicles o caramelos sin azúcar, frutas deshidratadas o una barra energética.
- Ingiere alimentos fuente de carbohidratos complejos —guisantes, frijoles, granos enteros u hortalizas— que suministran vitaminas y minerales esenciales para tu salud. Estos alimentos mantendrán altos los niveles de serotonina en tu cerebro, la cual es muy beneficiosa a la hora de dejar de fumar.
- Consume mucha fruta y vegetales ricos en vitamina C, con el objetivo de normalizar los niveles de esta vitamina.
- También incrementa la presencia de agua y otros líquidos. Ocho vasos de agua al día ayudarán en el proceso de desintoxicación de la nicotina.
- Y, de ser posible, incorpora algún ejercicio. Aunque sea una caminata diaria te ayudará a oxigenar tus pulmones y a liberarte de la densidad que les ocasionaba el humo.
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