Las normas para juzgar en qué momento se ha producido la muerte cerebral de un paciente varían ampliamente de un hospital a otro, a pesar de la existencia de estándares nacionales creados para asegurar la precisión en estos casos, según un estudio reciente.
La Academia Americana de Neurología (American Academy of Neurology) adoptó una serie de directrices actualizadas en 2010 para juzgar si una persona había perdido completamente la función cerebral y si solamente se mantenía con vida gracias a las máquinas del hospital, dijo el investigador principal, el Dr. David Greer, profesor de neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, en New Haven, Connecticut.
No hay reportes legítimos de ningún paciente al que se le haya declarado la muerte cerebral sin que fuera el caso, dijo Greer, pero tal juicio se ha de realizar con una "certeza del 100 por ciento".
"Por eso debemos tener un nivel muy alto de responsabilidad en esta cuestión, y por eso hemos creado las directrices a fin de ser muy específicos, muy directos y fieles a las normas", dijo Greer. "Básicamente, se le podría llamar 'muerte cerebral para principiantes'. Se debería poder tener esta lista de comprobación a pie de cama, seguirla punto por punto y poder terminarla".
Pero la adopción de los estándares de la muerte cerebral en las políticas por parte de los hospitales ha sido lenta, descubrieron Greer y sus colaboradores en una revisión nacional.
Revisaron 508 políticas hospitalarias con respecto a la muerte cerebral que representaban a hospitales y sistemas de salud de los 50 estados. Los hallazgos aparecen en la edición en línea del 28 de diciembre de la revista JAMA Neurology.
Para determinar que una persona tiene una muerte cerebral, los médicos deben hacer dos juicios, señaló Greer.
Tienen que demostrar que no hay función cerebral en absoluto, ni siquiera la que regule los procesos automáticos del cuerpo. "Incluso las cosas más básicas, como una inhalación de aire, implican que hay una función cerebral", dijo.
También tienen que descartar cualquier probabilidad de que la persona pueda recuperar la función cerebral. Por ejemplo, los médicos tienen que asegurarse de que la persona no está sufriendo una enfermedad que se parezca a la muerte cerebral, explicó Greer.
"Si existe alguna probabilidad de que, al seguir tratando al paciente o al eliminar algún factor desconocido, el paciente pueda presentar alguna función cerebral, entonces no se declara", afirmó.
Pero las reglas para realizar ambos juicios varían según el hospital de que se trate, y a menudo no se ajustan a las directrices, descubrieron los investigadores.
Por ejemplo, solamente el 56 por ciento de las políticas hospitalarias requerían que los médicos descartaran la hipotensión (una presión arterial muy baja) como factor que podría crear la apariencia ilusoria de muerte cerebral, según los hallazgos de la revisión.
Además, una de cada 5 políticas no requería que los médicos descartaran la hipotermia (una temperatura corporal anómalamente baja) como posible factor.
El Dr. James Bernat, neurólogo en la Facultad de Medicina Geisel de la Universidad de Dartmouth en Hanover, New Hampshire, comentó que le sorprendió ver que aproximadamente 1 de cada 10 políticas de hospitales no requerían que los médicos se aseguraran de que un paciente ya no puede respirar por sí mismo antes de declarar la muerte cerebral, algo que también se conoce como "prueba de apnea".
"Se trata de un requisito absoluto", dijo Bernat. "Nadie debería declarar la muerte cerebral nunca sin hacer una prueba de apnea. Determinar si hay apnea o no es fundamental".
Muchas de las diferencias entre los hospitales pueden deberse a las variaciones en los estándares comunitarios y las leyes estatales, dijo el Dr. John Combes, vicepresidente de la Asociación Americana de Hospitales (American Hospital Association).
"Hay requisitos estatales y legales distintos que los hospitales deben seguir", dijo Combes. "Creo que habrán variaciones de forma inherente".
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Pero los requisitos nacionales actualizados toman dichas variaciones en cuenta, comentó Greer. Por ejemplo, las directrices proporcionan flexibilidad con respecto a qué tipo de médico puede juzgar la muerte cerebral, cuántos médicos deben participar y cuántos exámenes deben realizarse.
"Pero hay requerimientos nucleares que no deberían ser discutibles en ningún lugar", dijo. "Las cuestiones nucleares tienen que estar incluidas sin falta. Si el estado estipula más cosas además de esas, entonces está bien".
A los investigadores de la revisión les preocupa que las donaciones de órganos podrían disminuir si los donantes potenciales temen que no se han seguido los pasos adecuados para asegurarse de que se ha producido la muerte cerebral, señaló Green.
"Por eso es por lo que todos trabajamos juntos, para asegurarnos de que esto se hace bien el 100 por ciento de las veces", dijo. "Si el público perdiera la fe en lo que hacemos los médicos, eso tendría unas implicaciones desastrosas para la donación de órganos".
Greer dijo que los resultados de la revisión muestran que los hospitales se están moviendo en la dirección correcta, pero todavía quedan cosas por hacer.
Combes se mostró de acuerdo. "Este artículo anima [a los hospitales] a que revisen sus procedimientos para asegurarse de que cumplen con los estándares actuales de evidencias y de conocimiento médico", señaló.
Los hospitales adoptarían unas políticas sólidas si la Comisión Conjunta, el organismo que acredita a los hospitales, se lo requiriera, planteó Bernat.
"Puedo asegurar que si la Comisión Conjunta insiste en que se haga esto de un cierto modo, entonces se hará", dijo.
Más información
Visite la Academia Americana de Neurología para más información sobre la muerte cerebral.
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com
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