La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de advertir que el brote del Virus del Ébola que afecta a tres países de África ya está pasando del campo a la ciudad: hay casos sospechosos en una capital, lo que aumentaría el riesgo de que este virus letal llegue a cruzar el océano. ¿Es esto posible?
El Virus del Ébola causa una fiebre hemorrágica con un 95% de mortalidad. Y, tras años de silencio, está de vuelta, con un brote en Guinea que ya se cobró 95 vidas, y con casos sospechosos en Liberia y Sierra Leona.
Al parecer, el virus que está atacando ahora es una cepa (una forma del microorganismo) casi idéntico al que causó el brote de 2009 en la República Democrática del Congo —ex Zaire—, que mató a 1,200 personas.
Con una diferencia: el virus que circula ahora se expande mucho más rápido.
Este virus cuyo origen aún se desconoce posee dos características que hasta ahora han evitado que los brotes se transformen en epidemias mayores: los casos se han registrado en remotas zonas rurales, y mata tan pronto, que el paciente ni siquiera tiene tiempo de contagiar.
Pero ahora, la primera característica está cambiando y hay casos sospechosos en Conakry, la capital de Guinea. Y de ahí al aeropuerto puede haber un sólo paso...
Keiji Fukuda, director adjunto de Seguridad Sanitaria de la OMS, dijo que "éste es un brote que presenta serios desafíos. El hecho de que hayan aparecido casos en tantos lugares distintos vuelve más difícil controlarlo".
Los primeros casos de Ébola se registraron en 1976 en Sudán y el Congo, y desde entonces ha reaparecido de manera cícicla por un tiempo, para luego volver a esconderse en las profundidades de la selva.
Pero, al parecer, el reservorio se traslada. Ésta es la primera vez que surge un brote de Ébola en África occidental, una complicación extra porque se conoce menos de su posible impacto.
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Para los detectives de la ciencia que intentan descubrir cuál es el reservorio del Ébola (el animal que porta el virus, que no se enferma pero sí lo transmite) las únicas pistas que existen hasta el momento es el común denominador de los primeros contagiados: todos estuvieron en algún momento en contacto con puercoespines, antílopes, murciélagos o monos infectados, es decir entraron al ecosistema donde vive el virus. Pero estos animales no eran el reservorio, porque estaban muertos.
A diferencia de, por ejemplo, el virus del Sida, que se toma su tiempo para infectar y pasa cómodo a través de desprotegidas personas, el Ébola entra al organismo humano y lo aniquila.
Los síntomas aparecen a los siete días de contraer la infección y parecen una versión extrema de las señales de la gripe: intenso dolor muscular, fatiga, fiebre alta. Sin embargo, pronto aparecen las diferencias, con un salpullido que comienza a cubrir todo el cuerpo.
De ahí en más, una debacle feroz. La persona comienza a sangrar por todos sus orificios —boca, oídos, ojos, ano— y en el 95% de los casos sobreviene la muerte porque el cuerpo colapsa.
Aún no hay un tratamiento eficaz, y por ende la cura para este virus.
Expertos como el doctor Luis Ostrosky, profesor de Epidemiología en la Universidad de Texas, consideran que es altamente improbable que el virus del Ébola se disemine a tal punto que llegue a territorio estadounidense.
Para que exista la posibilidad de contagio hay que estar en contacto muy directo con la persona enferma. El virus del Ébola no se transmite por partículas de saliva, a través del aire, lo que reduce el riesgo de contagio, por ejemplo, en espacio amplios o abiertos.
En este caso, la mente vuela más rápido que el virus: mientras en el imaginario popular resuenan películas como "Outbreak" o la más reciente "Contagion", los científicos aseguran que con las medidas sanitarias apropiadas, el brote podrá controlarse.
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