Las enfermedades infecciosas que pueden trasmitirse durante los viajes en aviones de pasajeros son motivo de preocupación para los responsables de salud pública. En el año 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS), tras analizar los datos sobre la posible transmisión de 27 casos del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS, por sus siglas en inglés) a bordo de los aviones, emitió recomendaciones para que se aplicaran pruebas sistemáticas de detección a los pasajeros de vuelos que salían de las zonas afectadas por la enfermedad.
Esto demostró cómo los vuelos en avión pueden servir como vía de propagación de enfermedades infecciosas. Así, un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Arizona (ASU), analizó recientemente los riesgos, combinado técnicas geográficas, biomédicas, urbanismo, matemáticas aplicadas y computación, y llegó a la conclusión que la forma de realizar el embarque y el tamaño del avión tienen un impacto directo en las tasas de infección de los pasajeros.
Salud de los pasajeros
Los viajes en avión son una triple amenaza en cuanto a la transmisión de enfermedades, ya que las personas deben permanecer en un espacio cerrado durante un largo período de tiempo, en contacto cercano con otras personas, que además pueden pertenecer regiones geográficas con diferentes niveles vulnerabilidad a la enfermedad.
Debido a esto, las aerolíneas suelen utilizar restricciones de viaje para ayudar a prevenir la propagación de enfermedades durante una epidemia.
Los autores de la investigación evaluaron las posibilidades de propagación de una enfermedad en el caso de que al menos un pasajero la padeciera (pasajero 0), analizaron también cómo se mueven las personas dentro del avión para calcular la rapidez con la que se transmitiría.
Embarque
El estudio determinó que la técnica actual y más habitual de embarque (primera clase, zona media del avión y sección trasera) es la peor a la hora de minimizar el impacto de una posible infección. ¿La razón? Se obliga a a los pasajeros a permanecer juntos en el pasillo mientras todos esperan para llegar a sus asientos. A su vez, señalaron que el método aleatorio de dos zonas (en el que el avión se divide en dos secciones longitudinales y los pasajeros embarcan de forma aleatoria dentro de esas áreas) es el que menos propaga un potencial virus, ya que evita los cuellos de botella en el pasillo. Mediante la adopción de este método, el estudio encontró que el contacto de los pasajeros se redujo en un 27 %.
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Sobre al desembarque, la investigación señaló que apenas tiene impacto en la transmisión de enfermedades, ya que es un proceso mucho más rápido y las aglomeraciones duran poco.
Tamaño del avión
El estudio advirtió también que viajar en una aeronave de grandes dimensiones aumenta el riesgo de contagio. Las aeronaves de menos de 150 butacas ofrecen más oportunidades de evitar enfermedades ya que transportan un número inferior de personas, tienen menos individuos dentro del radio de contacto y los pasajeros dedican menos tiempo a moverse por el interior del avión para alcanzar sus asientos.
El equipo de trabajo de la Universidad Estatal de Arizona envió los resultados de su estudio a las autoridades aeronáuticas estadounidenses.
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