¿Alguna vez consumiste probióticos? Son microorganismos que ayudan a crear un equilibrio saludable entre las bacterias del intestino.
Aunque nuestro cuerpo ya tiene una importante cantidad, alrededor de 1,5 kilogramos, podemos obtener más a través de diferentes alimentos, como quesos o yogures.
Sin embargo, una nueva investigación advirtió que, bajo ciertas condiciones, estos podrían cambiar y volverse dañinos.
Los probióticos gozan de un gran reconocimiento por sus potenciales propiedades, que incluyen mejorar la función cognitiva y la digestión, aliviar el síndrome del intestino irritable e incluso disminuir la presión arterial.
Al popularizarse su consumo diferentes investigaciones advirtieron que dependiendo las personas, estas bacterias "buenas" podrían funcionar de distintas maneras e incluso ser peligrosas.
Recientemente, científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, EE. UU., investigaron el comportamiento de una cepa de Escherichia coli en ratones. Sus resultados se publicaron en Cell Host & Microbiome.
Cómo actúan en el intestino
El equipo dirigido por Gautam Dantas, profesor de patología e inmunología, eligió el probiótico E. coli Nissle 1917 porque creen que tiene propiedades contra la diarrea.
Para examinar el comportamiento de la bacteria en el intestino trabajaron con 4 grupos de ratones con diferentes microbiomas (conjunto de microorganismos) intestinales:
- Uno normal.
- Uno normal, pero tratado con antibióticos.
- Uno que no tenía bacterias preexistentes.
- Uno con un rango limitado y desequilibrado de bacterias, lo que suele considerarse como poco saludable.
Los investigadores alimentaron a los roedores con diferentes dietas:
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- Una compuesta por probióticos.
- Una rica en fibra.
- Una dieta alta en grasas y azúcares y baja en fibra.
- Otra igual a la anterior, pero con más fibra.
Después de 5 semanas, los investigadores analizaron los microbiomas de los roedores y encontraron que, en algunos casos, la bacteria había cambiado para desarrollar nuevas características.
Los investigadores señalaron que bajo ciertas condiciones, dañó a los roedores y se "alimentó" de la capa protectora que recubre sus intestinos (esto suele vincularse con el síndrome del intestino irritable).
Según otra de las autoras, Aura Ferreiro, no registraron procesos de adaptación por parte de las bacterias en "entornos saludables y diversos". Esto podría deberse a que esas no son las condiciones "favoritas" de estos microorganismos para desarrollarse.
"Hay que recordar que a menudo no usaríamos probióticos en personas con un microbioma sano. Los usaríamos en personas enfermas que tienen un microbioma poco sano y poco diverso. Y esa parece ser la condición más favorable para que los microorganismos evolucionen", afirmó Ferreiro.
Aunque los expertos se encuentran desarrollando probióticos para tratamientos de enfermedades intestinales, advirtieron que los nuevos resultados muestran que un probiótico que es beneficioso para una persona podría adaptarse y volverse perjudicial en otra.
"Si vamos a utilizar seres vivos como medicamentos, debemos reconocer que se adaptarán, y eso significa que lo que pones en tu cuerpo no necesariamente se quedará así, incluso un par de horas más tarde", dijo Dantas.
Y agregó "No hay ningún microbio que sea inmune a la evolución. Esta no es una razón para no desarrollar terapias basadas en probióticos, pero, si para asegurarnos de que entendemos cómo cambian y en qué condiciones lo hacen".
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