No soy la única. Hay estudios que indican que uno de cada 15 mil pacientes que entran a un quirófano en Estados Unidos salen de la mesa de operaciones con algún objeto olvidado en alguna parte de su cuerpo. Y esta vez me tocó a mí, que hace 11 años tuve dos cirugías de tiroides y ganglios por un carcinoma y, de casualidad, descubrí hace unos meses que tenía un trozo de plástico insertado en mi cuello, entre la vena yugular y los músculos cervicales.
Todo comenzó con el descubrimiento de unos nódulos en la tiroides a fines del 2002. Ya a comienzos del 2003, tuve mi primer cirugía en Miami y el diagnóstico fue contundente pero a pesar de todo alentador: tenía un cáncer de tiroides de muy buen pronóstico. Luego, una segunda cirugía de ganglios, para acabar definitivamente con el problema y empezar una nueva vida.
Con la segunda cirugía y una herida de unos 25 cm de largo que me daba vuelta el cuello, los médicos me dejaron un drenaje. Ya no tenía la cadena de ganglios para eliminar los líquidos de la operación y de esta forma sería más fácil. Nunca me imaginé que ese sería el comienzo del tercer capítulo de esta historia.
El día que me citaron para retirar el drenaje, el tubo se había quedado trabado y, para sacarlo, el médico pegó un tirón que me hizo temblar las rodillas. El dolor fue muy intenso. Jamás olvidaré ese día.
Sin embargo, no imaginé que un trozo de plástico podía haber quedado en mi cuello y que los dolores que me acompañaron durante los siguientes 11 años podían ser otra cosa que no sea la recuperación de mis heridas.
Dos meses atrás, en un chequeo general anual, mi médico de cabecera me ordenó una serie de ecografías, entre ellas de tiroides. "No tengo tiroides le dije a la ecógrafa". "No importa, tuviste dos cirugías, vamos a explorar el área, me respondió. "Si vamos a explorar el área, te pido un favor: veamos esta parte del cuello (y le señalé donde me dolía), hace 11 años que sufro un dolor intenso y mi médico no me presta atención". Así fue. Allí estaba.
Había que decidir sacarlo o no. La decisión de operarme no fue fácil. La zona es muy delicada y había riesgos de hemorragias y hasta daño neurológico. Hasta último momento dudé.
Los números del descuido
Existe una organización sin fines de lucro llamada Nothing Left Behind.org que asegura que los casos de objetos olvidados en cirugías son entre 1500 y 2000 por año.
Esos mismos números aparecen en un estudio publicado unos años atrás en The New England Journal of Medicine y en otras publicaciones similares. Sin embargo, allí se asegura que esa cifra ha satisfecho a los hospitales, ya que ese error que ocurre muy "raramente" y afecta a "sólo" a 1.500 personas por año.
También existe otro grupo sin fines de lucro que aboga por los derechos de los pacientes en el sistema de salud, The Joint Commission. La comisión que investiga casos como los mencionados, asegura que en los últimos 7 años ha habido reportes de unos 770 casos de objetos olvidados en cirugías, incluidos esponjas y partes de instrumental roto y que esos casos han resultado en 16 muertes.
El informe establece que el 95% de esos pacientes tuvieron que permanecer hospitalizados por más tiempo, lo cual resulta en daños no sólo físicos sino también psicológicos.
Por su parte, un equipo de científicos de la Facultad de Salud Pública de Harvard y el del Hospital de Mujeres Brigham, ambos en Boston, Massachussetts, aseguran que muchos de estos casos pueden prevenirse ya que 9 de cada 10 casos de objetos dejados se producen en cirugías de emergencia o intervenciones con complicaciones imprevistas.
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En el caso que les cuento, la "complicación imprevista" podría decirse que fue el no haber retirado el drenaje de la forma debida y en el caso de que no se pudiera, hacerlo en quirófano al día siguiente, sin necesidad de literalmente "arrancarlo" de mi cuello y sin prestar atención si había salido la pieza entera o no.
Los informes médicos aseguran que los objetos dejados dentro del paciente después de una cirugía pueden provocar hemorragia interna, ruptura de órganos, dolores e infección. Si se trata de instrumentos quirúrgicos filosos, éstos pueden provocar hemorragia interna y dañar algunos órganos incluso en forma permanente.
Por otro lado, existe una falta de datos precisos sobre el tema ya que los hospitales no están obligados a reportar estos casos. Así es como el grupo de investigadores ha recurrido a los archivos de los seguros médicos para recoger información.
Según lo encontrado, el 69% de los objetos en el interior de los cuerpos eran esponjas y el 31%, instrumentos quirúrgicos. Más de la mitad quedaron retenidos en la zona del abdomen y casi un cuarto de ellos en la vagina.
Todos concuerdan en que lo daños ocasionados no sólo son de índole física sino también psicológica.
A tener en cuenta
Durante una cirugía, es muy importante que los cirujanos y el personal médico siga los procedimientos quirúrgicos correctos y esto incluye darle seguimiento a los instrumentos que se utilizan, esponjas, gasas y todas las demás piezas de equipo que se requieren.
Una de las medidas preventivas propuestas es crear un sistema de contabilización de instrumental quirúrgico para todo lo que se utilice en un procedimiento y desarrollar un sistema de corte, cierre y procedimientos quirúrgicos que minimice las posibilidades de que algún objeto quede olvidado y ante la duda utilizar un sistema de rayos X durante la operación para identificar objetos.
El personal médico puede no advertir el error inmediatamente, y las quejas de dolor del paciente pueden ser interpretadas como dolores y molestias normales después de una operación.
Y eso fue lo que me sucedió: padecí durante 11 años dolores de cuello intenso, pero jamás imaginé que se debían a un plástico duro, blanco de unos 2,5 cm de largo y 1,5 de ancho, de bordes irregulares que tenía alojado allí, en una zona de numerosos nervios, vasos sanguíneos y músculos.
Hoy, después de tres horas de anestesia general y a pocos días de la cirugía cervical puedo decir con alegría que ya casi no siento dolor. El "cuerpo extraño" ya no está. La tercera esta vez fue la vencida....eso espero.
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