Existen varios microorganismos que pueden causar infecciones en el cuerpo humano: bacterias, virus, parásitos u hongos, cada uno de estos causa enfermedades de una manera distinta y por lo tanto requiere un tratamiento específico.
Los antibióticos han sido considerados en general erróneamente como la mejor arma contra las infecciones.
Independientemente de cuál sea el microorganismo causante, pero las cosas no funcionan así, por ejemplo tratar hongos en la uña del pie con un antibiótico no es efectivo.
Los antibióticos son medicamentos que se utilizan específicamente para tratar infecciones por bacterias y esto se debe a que atacan directamente estructuras específicas de este tipo de microorganismos para evitar dañar a las células sanas del organismo.
Desde el descubrimiento en 1929 de la penicilina, la perspectiva sobre el tratamiento de las infecciones cambió drásticamente.
Antes había tratamientos que, hoy en día pueden considerarse barbáricos, ¿te imaginas que inyectaban mercurio en la uretra para tratar una infección de vías urinarias?, ¿o que se ponían trapos calientes dentro del útero para tratar una infección de transmisión sexual?
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Penicilina y antibióticos
Fue precisamente lo anterior lo que cambió gracias al descubrimiento de la penicilina y al desarrollo de los antibióticos. Poco a poco y gracias a la investigación han surgido nuevos antibióticos que ayudan a tratar más infecciones causadas por bacterias y tratarlas de forma más efectiva.
Las bacterias, así como las células, tienen una estructura que las caracteriza y que las diferencia. La muralla de la bacteria, por ejemplo, es diferente a la barrera que las células del organismo tienen, algunas de sus “fábricas” también lo son y parte de su ADN también lo es.
Los antibióticos atacan precisamente estas estructuras de las bacterias que son diferentes para poder eliminar a las bacterias y a las infecciones. La penicilina, por ejemplo, ataca la muralla de las bacterias, sin ésta las bacterias se deshacen y sin sus defensas son más susceptibles a ataques por el sistema de defensas del propio organismo.
Tipos de antibióticos
Hoy en día existen muchos tipos de antibióticos, las penicilinas, los macrólidos, las cefalosporinas, las quinolonas, entre otros.
Cada uno de ellos tienen una forma diferente de atacar y matar las bacterias y sin embargo, no todos sirven para todos los tipos de infecciones. Precisamente es por esto que es importante acudir a consulta con un médico, para saber si el uso del antibiótico es necesario y cuál es el antibiótico ideal para el tipo de infección en ese momento.
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